24 abril, 2024

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La explotación minera en aguas profundas podría matar a animales aún no descubiertos

El proyecto podría comenzar en 2024. El daño ecológico sería enorme, pero los científicos aún no pueden determinar cuánto.
A kilómetros de profundidad en el fondo marino del Océano Pacífico, un robot de investigación operado por GEOMAR, un instituto oceanográfico alemán, recoge un nódulo polimetálico junto con la esponja adherida a él. Poco se sabe de la vida en esta región, una vasta llanura fangosa llamada Zona Clarion-Clipperton, pero las empresas mineras quieren barrer los nódulos ricos en metales que yacen dispersos en el lodo. Foto de Rov-Team, Geomar

Por Sabrina Weiss para National Geographic

No estaba del todo solo el robot minero de 27 toneladas llamado Patania II cuando, en abril de 2021, comenzó aspirar minerales metálicos del fondo del Océano Pacífico. Un grupo de científicos de la compañía belga Global Sea Mineral Resources (GSR) observaba cada uno de sus movimientos, a través de una serie de vehículos controlados a distancia, equipados con cámaras y otros sensores.

GSR es una de las varias compañías que espera comenzar las operaciones mineras en el fondo marino a escala industrial en los próximos años, tal vez ya en 2024.

Algunas empresas están promocionando el fondo marino como una fuente sostenible de metales necesarios para producir baterías para vehículos eléctricos o teléfonos inteligentes. Mientras tanto, los científicos intentan averiguar cuánto daño ecológico haría la minería de aguas profundas.

En principio, la respuesta sería: mucho daño, según el consorcio europeo de científicos, que ha estado monitoreando los esfuerzos de GSR y ha informado los resultados preliminares recientemente en una conferencia virtual.

Sin embargo, es demasiado pronto para decir cuánto del daño sería permanente o si debería considerarse excesivo.

Ubicación de la Zona Clarion-Clipperton – Foto de Autoridad Internacional de los Fondos Marinos

Cada operación minera como la de GSR en el Pacífico oriental eliminaría la capa superficial «biológicamente activa» de aproximadamente 200 a 300 kilómetros cuadrados del fondo marino cada año, advirtió Matthias Haeckel, bioquímico marino del Centro Helmholtz para la Investigación Oceánica de GEOMAR en Kiel, Alemania. Haeckel supervisa «MiningImpact», un proyecto de investigación financiado por los gobiernos europeos.

«Si la minería se lleva a cabo, debería realizarse sin pérdida de biodiversidad o de las funciones del ecosistema», comentó Ann Vanreusel, bióloga marina de la Universidad de Gante, en Bélgica y miembro también del consorcio.

Sin embargo, ese es un estándar difícil de definir, y mucho menos de hacer cumplir, porque se sabe muy poco sobre la ecología de aguas profundas. En dos expediciones a la región del Pacífico dirigidas por GSR y otras compañías, los investigadores identificaron miles de especies, de las cuales del 70 al 90 por ciento eran nuevas para la ciencia.

«Eso en sí mismo es un gran ejemplo para mostrar que no tenemos una buena comprensión de cómo opera este ecosistema'», enfatiza Diva Amon, bióloga marina y exploradora de National Geographic quien no participó en MiningImpact.

En una revisión publicada este mes en Marine Policy, Amon y sus colegas argumentaron que al menos debería dedicarse una década a llenar los vacíos en la comprensión científica antes de que pueda comenzar la minería comercial de aguas profundas.

La industria está operando en un marco temporal más rápido.

Una batería en una roca

La región que GSR está explorando, llamada Zona Clarion-Clipperton (CCZ, por sus siglas en inglés), es una vasta llanura abisal que se encuentra entre Hawai y México, a profundidades que van desde 4.000 a 6.000 metros.

El lodo del fondo marino está lleno de «nódulos polimetálicos»: rocas del tamaño de una papa que se forman cuando los metales disueltos se precipitan del agua de mar y se acumulan en fragmentos de roca o desechos marinos, como conchas o dientes de tiburón.

Los nódulos son particularmente ricos en cobalto, níquel, cobre, manganeso y elementos de tierras raras: son como «una batería en una roca», como dice una compañía minera, una startup canadiense llamada The Metals Company (TMC).

Pero la llanura abisal alberga vida que no se ve en otros lugares, desde pepinos de mar hasta crustáceos que se arrastran por la superficie y pequeñas criaturas que viven en el mismo sedimento. Durante las pruebas, Patania II eliminó todo eso, junto con los nódulos, hasta una profundidad de 7,5 centímetros más o menos.

Una anémona se ubica entre nódulos ricos en metales en el profundo fondo marino del Pacífico. La foto fue tomada por un robot de GEOMAR en una de las expediciones en las que los investigadores europeos inspeccionaron la vida en la Zona Clarion-Clipperton y trataron de evaluar el impacto que podría tener la extracción de los nódulos allí. Foto de Rov-Team, Geomar

Vanreusel, Haeckel y docenas de otros científicos investigan qué es lo que vive alrededor de los nódulos y si esos animales pueden recuperarse de la actividad minera.

Amon, quien ha estado visitando la CCZ desde 2013, dice que la eliminación de nódulos conducirá inevitablemente a una reducción en la abundancia y diversidad de especies

«Los nódulos tardan millones de años en formarse, y son una parte central de este ecosistema. Entonces, al eliminarlos, estás dañando irreversiblemente este ecosistema», sostiene.

Los pulpos, por ejemplo, ponen sus huevos en los tallos muertos de las esponjas marinas que crecen en los nódulos.

La minería de aguas profundas también plantea otros riesgos. Los vehículos recolectores emiten ruido y luz en un entorno que, por lo demás, está en perpetua oscuridad.

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Al arar el lecho marino, también levantarán columnas de sedimentos. Una de las principales preocupaciones es la distancia a la que las corrientes marinas profundas dispersarán esas columnas.

Cuando los sedimentos se asienten en el lecho marino, podrían asfixiar a los seres vivos lejos de la operación minera.

Los investigadores de MiningImpact maniobraron un robot en forma de torpedo con una cámara y sensores acústicos a través del agua para rastrear las columnas levantadas por el Patania II a una profundidad de 4.500 metros.

Las fotos preliminares muestran que los sedimentos cubrieron el fondo marino a unos 900 metros en ambos lados de las pistas mineras. Parecían extenderse hasta varios kilómetros, aunque en concentraciones más pequeñas.

El Patania II era un primer prototipo. Para su minería comercial, GSR planea construir un colector cuatro veces más grande.

En declaraciones en su sitio web, GSR afirmó que «solo solicitará un contrato minero si la ciencia muestra que, desde una perspectiva ambiental y social, el fondo marino puede ser una fuente responsable para obtener los metales primarios necesarios para el crecimiento de la población, la urbanización y la transición a la energía limpia».

Todavía es demasiado pronto para decir si los organismos que viven en y alrededor de los nódulos recolectados por Patania II sobrevivieron a la perturbación o no: otra expedición a los sitios de prueba a fines de 2022 lo investigará.

Por otro lado, un sitio similar frente a la costa de Perú ofrece algunas pistas. En 1989, investigadores alemanes arrastraron por el fondo marino una especie de arado especialmente diseñado para esa función. Las huellas de la máquina siguen siendo claramente visibles casi 30 años después, mientras que las poblaciones de esponjas, corales blandos y anémonas de mar aún no han regresado.

Minería de aguas profundas: qué país presiona para acelerar la actividad

La industria minera de los fondos marinos lleva medio siglo luchando por ponerse en marcha. La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés), la agencia afiliada a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que promueve y gobierna la minería en aguas internacionales en virtud del Derecho del Mar, lleva desde 2014 elaborando una normativa y un proceso de concesión de permisos.

Se supone que debe garantizar que cualquier explotación minera será para «el beneficio de la humanidad en su conjunto«. Hasta ahora solo permite a las empresas mineras explorar los recursos de aguas profundas, pero no explotarlos comercialmente.

Una anémona de mar se posa sobre una esponja que está unida a un nódulo polimetálico. Foto de Rov-Team, Geomar

La minería industrial en aguas profundas puede ser una realidad muy pronto, gracias en parte a la demanda de minerales para abastecer la transición hacia la energía verde.

El 25 de junio de 2021, la pequeña nación insular de Nauru, en el Pacífico, ejerció su derecho como miembro de la ISA para activar una cuenta regresiva, esencialmente obligando a la agencia a completar las regulaciones necesarias para dar inicio a las actividades dentro del plazo de dos años.

El contratista de Nauru, una startup llamada TMC, recientemente salió a bolsa y dijo a los inversores potenciales que espera comenzar a recolectar nódulos ya en 2024.

La empresa también posee licencias de exploración en Tonga y Kiribati, otros dos estados insulares del Pacífico. Estima que las tres áreas abarcadas por sus contratos albergan suficientes nódulos para electrificar 280 millones de vehículos.

La presión de Nauru para acelerar las normas de explotación minera ha hecho que los ecologistas y los científicos hagan sonar la alarma aún más fuerte.

Más de 620 científicos marinos y expertos en política de 44 países han firmado una declaración en la que piden que se detengan todas las actividades mineras hasta que se conozcan mejor las consecuencias ecológicas. Decenas de organismos gubernamentales y el Parlamento Europeo apoyan la iniciativa y también varias empresas manufactureras, como Ford, Samsung y Google, han declarado que no se abastecerán de minerales de las profundidades marinas.

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Sin embargo, una suspensión o prohibición de la minería de aguas profundas también podría ralentizar o detener investigaciones cruciales. El proyecto MiningImpact tuvo un presupuesto de casi 9,7 millones de euros, financiado por los gobiernos europeos, para llevar a cabo estudios independientes de línea de base y monitorear las pruebas de recolección de GSR en la Zona Clarion-Clipperton.

Las compañías mineras también están invirtiendo millones de dólares en sus propios estudios ambientales.

«Mi temor es que la financiación no continúe al nivel de los últimos años. Así que la pregunta entonces es cuánto aprenderemos durante una fase de moratoria», reflexiona Haeckel. 

Los investigadores de MiningImpact aún están ocupados evaluando sus datos y las miles de muestras recolectadas. Pero pasarán años, si no décadas, antes de que puedan determinar el umbral en el que la minería industrial causaría un «daño grave«, algo que la ISA debe evitar, especialmente más allá de los sitios mineros.

En diciembre de 2021, Pradeep Singh, investigador jurídico de la Universidad de Bremen, Alemania, publicó un artículo en la revista Marine Policy enfatizando que la ISA y sus 168 Estados miembros no han llegado a un consenso sobre lo que significan los términos «protección efectiva» y «efectos nocivos».

Aún así, cuando la cuenta regresiva termine en julio de 2023, la ISA tendrá que comenzar a aprobar o desaprobar las solicitudes de licencias de explotación. Todos los países, incluso los que no tienen acceso al océano, tienen derecho a presentar una solicitud.

Un enfoque que la ISA podría tomar, sugiere Haeckel, sería permitir inicialmente solo un pequeño número de operaciones, en lugar de 10 a la vez. Las regulaciones podrían adaptarse a medida que se disponga de más evidencia científica. Pero tal enfoque sería difícil de implementar jurídicamente.

«Hay muchas preocupaciones sobre lo que la industria podría generar», afirma Singh, quien apoya una moratoria. «Una actividad minera puede no ser tan dañina, pero si permites una, vas a tener que permitir otras y luego, acumulativamente, los impactos van a ser desastrosos«.

Por Sabrina Weiss para National Geographic