29 marzo, 2024

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“Los Anillos del Poder”, la serie que reimagina el universo de Tolkien

La megaproducción de la pantalla chica, que se emitirá por la plataforma de streaming Amazon Prime Video, estrenará a nivela mundial sus primeros dos capítulos este viernes. La serie ya se convirtió en la producción más cara de la historia.
Foto Prensa
Foto: Prensa

El corpus literario que da origen a Los Anillos del Poder, la serie que se estrenó a nivel mundial sus dos primeros capítulos por la plataforma Amazon Prime video convirtiéndose en la producción más cara de la historia, encuentra en la historia de su creador, J.R.R: Tolkien, las claves de ese legendario de la Tierra Media esbozado en las numerosas versiones audiovisuales que generó desde su primera publicación, en 1937, de un libro inopinado, llamado El Hobbit.

La vastedad del universo que guarda «El señor de los anillos», la saga de libros escritos por John Ronald Reuel Tolkien (Bloemfontein, hoy Sudáfrica, 1892-Bournemouth, Inglaterra 1973) sobre la Tierra Media es tal, y la fascinación tardía también, que tres décadas después de aquella primera publicación seis estudiantes estadounidenses crearon la primera sociedad en su nombre. Hoy hay sociedades en más de 15 países, Argentina incluida, que estudian su obra. De hecho la Tolkien Society, creada en 1969 en Gran Bretaña, cuenta con su propia lista sobre cómo ordenar esa lectura.

Esta icónica organización, segunda en su especie siguiendo la cronología del “asociacionismo tolkienista”, propone leer los libros del filólogo, lingüista y profesor universitario británico “según cada libro fue publicado”, con una salvedad, “siempre y cuando sean disfrutados”. Caso contrario lo mejor es que los libros sean leídos en el orden que el lector elija”.

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La lista por orden de publicación sería: «El Hobbit»; «El Señor de los Anillos»: «La Comunidad del Anillo», «Las Dos Torres» y «El Retorno del Rey», los tres volúmenes publicados entre 1954 y 1955; «Las Aventuras de Tom Bombadil y otros Poemas del Libro Rojo»; «El Silmarillion»; «Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media»; «La Historia de la Tierra Media»; «Beren y Lúthien» y «La Caída de Gondolin».

Gandalf, Galadriel, Aragorn, Éowyn, Arwen, Legolas, Gimli, Saruman, Gollum, Frodo y Bilbo Bolsón, numerosos personajes de esa cosmogonía literaria que comenzaron a oírse y ganar cuerpo con la contracultura de los 60, a fines de los 90 sus libros se volvieron inmensamente populares y con el nuevo milenio ganaron fanáticos a nivel ultra a partir de seis largometrajes dirigidos por Peter Jackson. Dos trilogías repudiadas por los herederos del autor: “El señor de los anillos” hizo volar las taquillas entre 2001 y 2003 y “El Hobbit”, anduvo muy bien en cuanto a ventas, entre 2012 y 2014, pero que no significó la conmoción que trajo la primera.

De hecho, en este retorno mediado por Amazon Prime Video, Jackson no participa. La serie televisiva ambientada en la Segunda Edad de la Tierra Media versiona la historia de los anillos de poder a partir de algunas partes de “El Silmarillion”, los apéndices de “El señor de los anillos” y con algunos personajes que Tolkien no imaginó, dirigida por el catalán Juan Antonio Bayona y ya encumbrada como la más cara de la historia gracias al presupuesto de cerca de 450 millones de dólares invertidos en la primera de cinco temporadas.

La vida de J.R.R: Tolkien

John Ronald Reuel Tolkien
John Ronald Reuel Tolkien

La génesis de esta épica actual es muy otra, distante de la gesta del entretenimiento millonario. Muerto en 1973, ya como reconocido escritor, aunque mucho antes de las hordas de fans que lo leyeron en los 90 y, más que nada, de las que vieron las versiones cinematográficas de su mitología en las dos primeras décadas del 2000, Tolkien -inventor de lenguas élficas, narrador de una época prehistórica de una versión inventada del mundo, poblada por humanos, elfos, enanos, trolls, orcos y goblins, creador de un clásico de la literatura fantástica-, tuvo una vida modesta.

Su familia creía que el nombre «Tolkien» era de origen alemán; Toll-kühn: tonto y valiente, o estúpido y listo, de ahí el seudónimo «Oxymore» que utilizaba ocasionalmente. Su padre, Arthur Reuel Tolkien, era empleado bancario en la colonia británica de Sudáfrica cuando nació, el 3 de enero de 1892. Los primeros años de seguridad económica se extinguieron con la muerte del padre a sus cuatro años, cuando regresó a las Midlands británicas con su madre, Mabel Suffield, y Hilary, su hermano menor. “Sus recuerdos de África eran leves pero vívidos, incluido un encuentro aterrador con una gran araña peluda” escribe en su biografía David Doughan, de la Tolkien Society, en un guiño risueño a una secuencia de “El hobbit”.

Sus días se dividieron entonces entre la muy rural aldea de Sarehole y la oscuramente industrializada y urbana Birmingham hasta que comenzó la escuela y el trío se mudó a una casa frente al ferrocarril marcada por la visión de camiones de carbón que iban y venían de las minas del sur de Gales. Nada que no se reconozca en Mordor. Mudados otra vez a suburbios más residenciales, en Edgbaston, su madre se convirtió al catolicismo. Eso hizo que cortaran trato con las familias de ambos lados y a la muerte de su madre por diabetes en 1904, él con 14 años, queda huérfano con su hermano. Los cuida un cura, “una tía mala” y una señora de apellido Faulkner.

Siendo adolescente, J.R.R ya hablaba latín y griego, base de la educación de la época, estudiaba otros idiomas modernos y antiguos como el gótico y el finés y jugaba a inventar idiomas con compañeros de clase. Fue en la pensión donde lo tutelaba la señora Faulkner donde conoció a Edith Bratt, su futura Lúthien y esposa, una chica de 19 años, tres más que él, a quien el cura le prohibió ver hasta que cumpliera 21.

J.R.R obedeció y en ese tiempo, verano de 1911, vacacionó con un grupo de senderismo en Suiza, “lo que puede haber inspirado sus descripciones de las Montañas Brumosas y Rivendel”, especula Doughan. Cumplido el plazo, el vínculo con Edith crecía al tiempo que las naciones europeas disputaban cada vez más furiosamente entre sí y en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial. Tolkien no hizo como la mayoría de sus contemporáneos, sino que esperó a graduarse en Oxford para alistarse en 1915 como subteniente en los Fusileros de Lancashire.

En 1916 se casó con Edith, lo enviaron al Frente Occidental y a los cuatro meses tuvo «fiebre de las trincheras», una infección parecida al tifus, común en condiciones insalubres, y regresó junto a ella a la rural Great Haywood, en Staffordshire. En esos meses todos sus amigos del colegio, salvo uno, murieron combatiendo.

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En parte como acto de piedad pero también como reacción a la guerra ya había empezado a dar forma a historias que se convirtieron en el póstumo “Libro de los Cuentos Perdidos”, donde aparecen las principales lineamientos de “El Silmarillion”, cuenta Doughan: los elfos profundos, los posteriores Noldor, con sus lenguas Qenya y Goldogrin, las primeras versiones registradas de las guerras contra Morgoth, el asedio y caída de Gondolin y Nargothrond, los cuentos de Túrin y de Beren y Lúthien.

Cuando lo destinaron a Hull, se despidió de Edith en un bosque cercano de cicutas donde bailó para él y esa fue la inspiración para la historia de “Beren y Lúthien”, tema recurrente en su “Legendarium». Cuando se firmó el armisticio, 1918, trabajó como lexicógrafo adjunto del “Oxford English Dictionary» y a la par del intenso trabajo filológico publicó sus “Cuentos perdidos”. Un trabajo que no se prolongó demasiado. Dos años después ya estaba trabajando como lector y luego como docente.

Tras publicar algunos ensayos (Sir Gawain y el caballero verde, 1925; Beowulf, 1936), inició la creación de su personal mitología, inspirada en la saga artúrica y en la épica medieval anglosajona, un trabajo inseparable de su perfil de filólogo que se convirtió en objeto de culto por sus lectores. Su goce intelectual por las lenguas antiguas (griego, anglosajón, medio inglés, galés, gótico, finlandés e islandés, noruego y alto alemán antiguo) lo llevaba a crear sonidos y a inventar lenguajes con un método rigurosamente filológico.

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Después de “El hobbit” y “El señor de los anillos”, trabajó en el poema épico general de su mundo fantástico que fue “El Silmarillion» y que se publicó después de muerto, en 1977, con gran expectativa de sus lectores. Los habitantes de su obra poseen lengua propia con una gramática perfectamente desarrollada. El eje es la oposición entre el bien y el mal, que trasciende lo individual para interpelar al mundo. El culto a esos libros y el impacto generado en los lectores en los 60, de hecho, tuvo mucho que ver con poder leer en ellos una preocupación por el medio ambiente.

Inspirado en las leyendas nórdicas y artúricas, su obra puede leerse como una alegoría sobre la búsqueda espiritual. Del apéndice que ahora sirve para recrear una serie millonaria completa ese mundo mítico con sinopsis históricas y genealógicas, tablas cronológicas, un calendario y los signos alfabéticos de los hobbits.

Tolkien vivió hasta los 81 años sin imaginar el impacto ni las transformaciones que tendría su obra dos siglos después de su nacimiento. Tuvo dos hijos con Edith -John Francis Reuel en 1917 y Christopher, en 1924. Él y Edith están enterrados en una sola tumba del cementerio de Wolvercote, en los suburbios del norte de Oxford. La lápida dice: “Edith Mary Tolkien, Lúthien, 1889-1971. John Ronald Reuel Tolkien, Beren, 1892-1973”.

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