27 abril, 2024

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El dragón de la Patagonia: Un pequeño insecto oculto entre los glaciares de Chile y Argentina

En un lugar completamente inhóspito, este pequeño plecóptero no volador, nativo del sur de la Patagonia, es capaz de sobrevivir al frío y a los depredadores. Así es el dragón de la Patagonia.
Foto Rubén Isaí Madriz./El dragón de la Patagonia.

Por Isaí Madriz.

El agua comienza a llenar la estrecha cavidad en el hielo. La tenue luz del sol se refracta a través de las azules paredes desde la entrada de la cueva glaciar. Las repentinas vibraciones y los crujidos ensordecedores son recordatorios de que el glaciar está en constante movimiento. El incesante goteo del techo resuena en el frío espacio, mientras que el constante flujo de agua esculpe lentamente el hielo y, con él, una mezcla de minerales, roca pulverizada y material orgánico (crioconita) se transporta desde la superficie.

En lo profundo de la cueva, en su extremo más angosto, donde el espacio carece de luz, algo comienza a moverse debajo de la superficie del agua. Extrañas criaturas cubiertas por una densa capa de sedimento comienzan a escalar la pared de hielo. El flujo del agua limpia la roca pulverizada de la superficie de sus cuerpos, revelando su extraña figura. Con un par de rígidas espinas y largas garras al final de cada una de sus seis patas, están perfectamente adaptadas para deambular por el hielo.

El dragón de la Patagonia también es conocido como Andiperla. / Foto Isaí Madriz

La metamorfosis del dragón

El individuo más grande trepa la pared, sobrepasando la superficie del agua, y se prepara para lo que está por venir. Una vez anclado al hielo, la piel a lo largo de su espalda comienza a separarse. A partir de ese punto, prosigue la transformación que culminará su desarrollo. La piel descartada (exuvia) de otros que completaron su metamorfosis yace atrapada dentro de la pared de hielo, como advertencia de que el glaciar es un lugar peligroso para permanecer inmóvil. El individuo finalmente se libera de su vieja piel. Es un macho. Su nueva piel (exoesqueleto) debe endurecerse y proporcionar la rigidez necesaria para el peligroso viaje por venir.

Unas horas más tarde, el adulto comienza a subir por el pequeño arroyo que conduce a la entrada de la cueva, pero la noche se acerca rápidamente. El dragón de la Patagonia (Andiperla willinki) busca refugio en una pequeña fisura en el hielo para esperar el amanecer e iniciar su marcha por el desolado y gélido terreno.

Un escenario poco probable para la vida

Al otro lado del valle, pequeños afluentes que emanan de los montículos de hielo desembocan en una gran cavidad en la superficie del glaciar, creando un cristalino y tranquilo estanque. En la oscuridad de la noche, dentro del agua, algo comienza a tomar vida. Dragones jóvenes de variados tamaños emergen de entre los sedimentos del fondo.

Los microorganismos que crecen en la crioconita han sido la principal fuente de sustento para los dragones en crecimiento, pero estos están listos para explorar lo que la superficie del glaciar ofrece. A medida que avanza la noche, los jóvenes y hambrientos dragones yacen esparcidos a lo largo de las paredes del estanque en busca de alimento. Uno de ellos comienza lentamente a escalar la pared y su presencia ha despertado la curiosidad de un dragón cuatro veces más grande.

Un enfrentamiento entre dragones

Conforme se acercan, las intenciones de la interacción en desarrollo se vuelven claras. Los movimientos letárgicos del dragón más grande se transforman instantáneamente en un repentino ataque. El pequeño dragón es superado por la abrumadora fuerza de su gran contraparte. La presa lucha por su vida mientras el depredador lo presiona contra el hielo. Durante este suceso, una de las patas del atacante pierde su agarre en la superficie del hielo y, en ese momento, el joven dragón se escapa por un pequeño espacio.

El atacante se lanza a la persecución y alcanza a su presa casi de inmediato. En ese momento, el joven dragón se lanza al abismo, liberándose de una muerte segura. El atacante sigue buscando desesperadamente a su presa, sin percatarse de que ya no está a su alcance. Después de unos momentos, el atacante reanuda su letárgico andar a lo largo de las sumergidas paredes de hielo. Con el amanecer, los jóvenes dragones regresan al fondo de la piscina para esperar el retorno de la noche.

Después de la cruzada

Dos ninfas de Dragón agarradas al hielo glaciar esperando llevar a cabo su metamorfosis./Foto Isaí Madriz

De regreso al otro lado del valle, los cálidos rayos del amanecer reaniman al adulto resguardado en la fisura de hielo. A medida que marcha sobre la desolada superficie del hielo, la parte dorsal de su cuerpo recibe la radiación directa del sol mientras su parte inferior permanece más fresca. La diferencia de temperatura crea un equilibrio óptimo que provoca la condensación de agua en la superficie dorsal, lo que permite que el macho permanezca húmedo mientras avanza.

Culminada su travesía, el macho encuentra un pequeño canal que lo lleva a un estanque poco profundo donde encuentra una hembra receptiva. Después del apareamiento, el macho continúa su andar, en busca de otra pareja antes de que el tiempo de su reloj biológico termine. En contraste, la hembra, debe esperar a que comience el proceso de desarrollo de sus huevos, por lo que permanece en las cercanías del pequeño arroyo que talla el paisaje circundante.

Foto Isaí Madriz

En la orilla, extrañas estructuras redondas, llamadas ratones glaciares, adornan el paisaje blanco. Los ratones son colonias de musgos que crecen lentamente alrededor de una pequeña roca, lo que crea un microhábitat único para pequeños organismos.

El dragón de la Patagonia se multiplica

Al mediodía, una pequeña larva de mosca abandona su ratón y se adentra en el cauce de agua. Se desplaza lentamente entre las pequeñas rocas sumergidas, tratando de sujetarse de una superficie con sus pequeñas garras. La larva se engancha a una estructura delgada suspendida en el agua, sin darse cuenta de que se aferró a una de las antenas de la hembra en reposo. La acción anima a la hembra, que rápidamente captura la larva y comienza a consumirla. Una circunstancia fortuita, ya que nutrirá el continuo desarrollo de los huevos.

Foto Isaí Madriz

Después de unos días, la hembra deposita sus huevos en el cauce de agua. La membrana transparente de cada huevo revela por dentro un diminuto dragón desarrollado por completo. Su piel translúcida le proporcionará el camuflaje perfecto para pasar inadvertido.

Los huevos son gentilmente transportados por la corriente. El pequeño canal los conducirá a una fractura en la blanca superficie, sumergiéndolos en la matriz de hielo para que continúen su desarrollo, sin saber que el glaciar en el que habitan pronto desaparecerá.

Este texto sobre el dragón de la Patagonia fue escrito y fotografiado por Isaí Madriz, entomólogo y fotógrafo quien realiza expediciones a áreas remotas para estudiar y documentar los insectos más raros del planeta.

Fuente National Geographic