25 abril, 2024

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La historia de Los Palmeras: una pasión argentina con ritmo de cumbia

El acordeonista Marcos Camino y el cantante Cacho Deicas celebran los 50 años del grupo que, desde la ciudad de Santa Fe, hace bailar a todo el país
Marcos Camino y Rubén «Cacho» Deicas, frente al teatro Colón, en Buenos Aires. Foto Juan Francisco Sanchez

Por Humphrey Inzillo

Esta historia empieza en la esquina de Aristóbulo del Valle y Ángel Casanello, en el Barrio María Selva, Santa Fe, a principios de los 70. Todas las mañanas, Rubén “Cacho” Deicas pasa a visitar a su amigo Marcos Camino por el negocio que regentea, la disquería Chani. Llega en su Siambretta (adaptación argentina de la Vespa que Nanni Moretti inmortalizó en su clásico film Caro diario), con la que toma pedidos, con la que hace algunos repartos, con la que se gana la vida. Cacho trae facturas. Marcos, que ya es el acordeonista del incipiente grupo Los Palmeras, hasta hace poco conocido como el Sexteto Palmeras, lo espera con el mate y el acordeón. Charlan sobre música, cantan canciones del Cuarteto Imperial y sueñan un sueño de cumbia.

Casi cincuenta años después, en un salón del último piso del Imperial Park Hotel, a diez cuadras del Obelisco y con una imponente vista del centro porteño, aquellos amigos, Marcos y Cacho, se hacen cargo del mote de leyendas.  “Cincuenta años no es poco”, dice Marcos. “Las cosas se fueron dando de esta manera. Uno propone y Dios dispone. Y parece ser que Dios está de nuestra parte”. 

Tienen camisas y sus trajes característicos están apoyados en los respaldos de las sillas. Toman café, prenden cigarrillos casi sin solución de continuidad, ofrecen un whisky. Acaso sea un modo de celebrar ese guiño divino, que se podría sintetizar en La Ruta del Oro. Así bautizaron Los Palmeras al camino con el que conmemoran sus cinco décadas sobre el escenario, y que los llevará a realizar, este mes, su primera gira europea. Es un festejo, también, de un sueño que se construyó lentamente, con un crecimiento exponencial a partir de la edición de “El bombón”, el hit de 2004 con el que alcanzaron la masividad definitiva. Y, desde allí, la consolidación del grupo como un fenómeno nacional y popular, que trasciende los guetos y las edades. De los bailes en los clubes de barrio de Santa Fe (el Kimberley, el Rivadavia, el Sarmiento) al majestuoso Arena Movistar (tocan allí el 8 y el 9 de julio), de las colaboraciones con Andrés CalamaroLos Auténticos DecadentesAbel Pintos y Soledad, a la consagratoria presentación en el Estadio Defensores del Chaco, en Paraguay, antes de la final de la Copa Sudamericana de 2019, Los Palmeras se transformaron en un emblema de la argentinidad.

En términos de la industria, esas colaboraciones se llaman “crossover”. En términos concretos, es una popularidad construida en base al consenso que el grupo logró no solo en todo el ambiente artístico, sino en los distintos estratos sociales.

El single más reciente de Los Palmeras es “Macumbia”, un feat. con Neo Pistea, el cantante de 27 años que forma parte de la primera y exitosa camada del trap vernáculo. Marcos no tiene pruritos en contar la historia de esa colaboración, y asegura que todo fue idea de Leader Music, la compañía discográfica fundada por otra leyenda de la industria, Roberto “Kuky” Pumar. “Nosotros mandamos la grabación terminada y ellos encontraron a este chico. Y, bueno, hizo un trabajo que nos gustó. Y así quedó. Pero ni siquiera lo conocíamos”, argumenta Marcos. Cuando les pregunto si habían escuchado algo de trap, Cacho dice que sí. En verdad, que “seguramente” algo habían escuchado. Pero lo más importante es que es un género que se está imponiendo. “Por eso la convocatoria fue para Neo”, dice. “Lo vimos con muchas posibilidades de hacer algo dentro del tema. Y él se prestó muy fácilmente para hacer esta grabación. Y así fue que salió lo que salió”.

Un par de días más tarde, en los camarines de Niceto -donde Los Palmeras ofrecieron un showcase para prensa, invitados especiales y diversos actores de la industria discográfica-, Neo Pistea charla con Marcos y Cacho como viejos amigos. Mientras su hijo pequeño corretea vestido con un conjunto estampado de palmeras, confiesa que esta colaboración, para él, es un sueño cumplido: “Todavía no puedo creer haber grabado con estos maestros”.

Es una oportunidad para descubrir la potencia del grupo en vivo y de esa verdadera avalancha de éxitos, que en buena parte registraron en Sean eternos Los Palmeras (2019), su disco de feats.: “Amor” (una versión de un tema de Jorge Serrano para Los Auténticos Decadentes), “Asesina”, “La Chola”, “Perra”, “Olvídala”, entre otras. Además de su arriesgada versión de “La Bestia Pop”, “El bombón” y “La cola”.

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Por el escenario también desfilan la abogada, modelo y periodista Alejandra Maglietti (que participa en el clip de “Macumbia”), Axel y Pedro Rodríguez, cantante de La Delio Valdez, la orquesta de cumbia junto a la que Los Palmeras lanzaron el EP Noche de cumbia (2021) y compartieron fechas, por ejemplo, en el Luna Park. Niceto es una fiesta.   

Un punto de inflexión en la historia de Los Palmeras es “El bombón”. Publicada originalmente en Un sentimiento (2004), nadie le tenía demasiada fe a esa canción. De hecho, ni siquiera fue corte de difusión, ni tuvo un videoclip. “Es un tema muy extraño”, dice Marcos, mientras enciende un cigarrillo. “La letra no tiene ningún contenido, y el autor [Juan Baena] lo compuso en 15 minutos. Pero pegó en la gente. Yo creo que la música tiene mucho que ver con lo que uno está viviendo en ese momento, siempre la música marcó esas tendencias. Creo que en ese momento hacía falta un tema así. Y terminó teniendo un éxito rotundo, te diría, a nivel mundial”.

Versión sinfónica de «El Bombón» por Los Palmeras junto a la Sinfónica de Santa Fe, dirigida por Rubén Carughi.

Una de las claves del éxito está en esa introducción del acordeón, ralentada, donde se percibe la influencia de Pablo Lescano, el líder de Damas Gratis, que pocos años antes había inventado la cumbia villera. “El autor había hecho algo parecido, o sea que lo que hicimos fue copiarlo, pero el acordeón le da un sonido tropical. Es como una mezcla entre la cumbia villera y la cumbia clásica”, explica Camino. “La hicimos un poco más lenta y creo que dio sus frutos. Porque es cadenciosa e invita a bailar. Nosotros lo vemos en los espectáculos, y los disc jockeys nos cuentan que cuando ponen ese tema, la gente se levanta. Hay algo de magia ahí”.

Otra de las claves del “Bombón”, que originalmente se viralizó a través de los ringtones de los teléfonos celulares, y de la cual Alonso Morning hizo un mashup (“Perdedor asesino”) con “Loser”, de Beck, y que Biribiri Records conjugó con maestría en un ingenioso cruce sonoro y visual con John Lennon interpretando “Come Together”, es el silencio que se produce durante esa introducción. 

La formación de Los Palmeras, posando en las Termas de Río Hondo, Santiago del Estero, 1981. Gentileza: Los Palmeras.

“Nosotros, vulgarmente, le decimos ‘el llamador’”, dice Marcos. “Lo hemos usado en muchas canciones, como ‘La cola’ y ‘La suavecita’. Es para preparar al oyente, al que le gusta la cumbia, para una entrada importante”. Lo que viene después es una explosión, como la que ocurre, por ejemplo, después de las partes más lentas de “El pibe de los astilleros”. Esa lógica ricotera, en manos de Los Palmeras provoca el baile más grande del mundo.

Desde 2014, el 5 de noviembre se celebra el Día de la Cumbia Santafesina, en conmemoración del nacimiento de Martín Robustiano Gutiérrez, popularmente conocido como “Chani”, quien fuera una uno de los principales impulsores del género en aquella provincia. “Chani era un visionario”, me cuenta Roberto “Pipy” Rivero, periodista especializado y animador de Musicalísimo, un emblemático programa de la televisión santafesina de los años 90 (que el año pasado volvió a la pantalla). “Tenía argumentos contundentes y fundamentó el éxito de su propio clan. Era dueño de una intuición tremenda, innata. Su gran cometido era imponer la cumbia de Santa Fe y de esta forma cumplirles el sueño a muchos artistas de grabar su primer LP”.

En Canal 5 de Rosario, con el animador Rodolfo Casini, 1990. Gentileza: Los Palmeras.

Además de Los Palmeras, Chani produjo a otros 50 artistas litoraleños: Los del BohíoYuli y Los GirasolesPastor de los SantosLos Lamas y el grupo Alegría, entre otros.

En los tiempos en que la cumbia era mala palabra y en radios locales, como LT9 Brigadier López, estaba virtualmente prohibido emitir música tropical, Chani cruzaba el charco. En las madrugadas, les cebaba mate a los operadores de Radio Colonia, en Uruguay, para que pasaran la música que les llevaba en formato de discos simples, de carátula roja, con la sigla MRG y la bota con la forma de la provincia como santo y seña de la cumbia santafesina. Esa era una de las tantas estrategias de Chani.

En su temprana juventud, al mismo tiempo que arracaba con Los Palmeras, Marcos se transformó en el secretario de Chani. Así fue aprendiendo algunos secretos de la industria. Entre otras tareas, se encargaba de inscribir los temas en Sadaic, de recoger los discos en Plastigal (la fábrica de vinilos, que quedaba en la intersección de las avenidas Independencia y Carabobo) y mandarlos directo para Santa Fe. “Un 5 de diciembre salió el disco de Los del Bohío. Como la de Chani no era de las discográficas más importantes, y era una época en la que se fabricaban muchísimos discos, yo mandaba unos 300 o 400 discos por día. Y era tanto el éxito, que se vendían sin la tapa, porque no llegábamos a imprimirlas”, evoca Marcos.

Los Palmeras son un emblema de la cumbia en su ciudad, y en toda la provincia. Pero el verdadero sonido de la cumbia santafesina es una creación del guitarrista Juan Carlos Denis, que tuvo un breve paso por Los Palmeras, hasta independizarse para formar el grupo que contendría el sonido que tenía en la cabeza.

Marcos todavía recuerda el día que Denis le avisó que se iba del grupo. “Estábamos en una pizzería frente a la terminal de colectivos de Paraná y me dijo que no iba a seguir. Que tenía la idea de hacer otro estilo de cumbia. Que se la iba a jugar por esa. Así que llegamos a Santa Fe y pasó a buscar sus cosas por la sala. En aquel tiempo éramos muy amigos. Salió con una idea totalmente distinta”, dice el acordeonista. La formación con una guitarra, un bajo, una timbaleta y el cantante que tocaba el güiro. Le costó mucho porque siempre estuvo ligada al acordeón esta música. Máxime que en todos los alrededores de Santa Fe hay mucha ascendencia italiana. Cuando decía que el grupo no tenía acordeón, lo bochaban. Luchó mucho, hasta que empezó a crecer en el Sur del Gran Buenos Aires. Con el tiempo, aparecieron muchísimos grupos con el estilo de Juan Carlos Denis. Por eso, yo digo siempre que la cumbia santafesina, la real, es la que hacen Los del Bohío”.

Marcos Camino, con uno de sus primeros instrumentos, a los 18 años. Gentileza: Los Palmeras.

Marcos habla con admiración de Juan Carlos Denis. “Era un tipo muy inteligente. Yo trabajé muchos años en una fábrica con él. En esos tiempos estaba de moda el trío Rubí, integrado por los hermanos Acosta Arias, los dos cantantes del Cuarteto Imperial. Ellos ejecutaban cumbia con una bandurria, que es una guitarra más corta con 12 cuerdas. ¿Y sabés lo que hizo Juan Carlos? El hermano tenía una guitarra de concierto. Y Juan Carlos la cortó al medio, y con el mango armó su bandurria de 12 cuerdas. Un fenómeno”. 

Si Juan Carlos Denis y Los del Bohío crearon la cumbia santafesina, ¿qué tipo de cumbia hacen Los Palmeras, este grupo que en su nombre utiliza un artículo masculino y un sustantivo femenino? “Nosotros nos copiábamos de los grupos colombianos, de los peruanos, de lo que nos llegaba. Y, con el tiempo, le fuimos incorporando nuestras letras, y ahí se fue modificando el estilo. Porque las canciones que hacemos son más testimoniales. Y hablan más del amor que las de los colombianos, por ejemplo, que hablan del sombrero, la canoa, el atarraya, el pescador…”, argumenta Marcos.

El Cuarteto Imperial sigue siendo el grupo referencial de Los Palmeras. Y cuentan, de algún modo, con su bendición. El vínculo no es reciente, sino que se remonta a los tempranos 80. Desde Pereira, en el eje cafetero de Colombia, a sus 93 años, Heli Toro, fundador, acordeonista y director de ese emblemático conjunto que desde la Argentina se proyectó a todo el continente, habla con un cariño fraternal de Los Palmeras: “Ellos crearon un estilo, pero viene influenciado por nuestra música, por nuestra forma de tocar el acordeón. Han sido muy cuidadosos de seguir siempre el mismo estilo de música. Cuando nosotros íbamos a Rosario u otros lugares de Santa Fe, ellos iban siempre a vernos al hotel. Y Marcos nos invitaba a comer a su casa. Siempre me pedía algunos temas de Colombia, para grabarlos. Y uno de ellos fue ‘La suavecita’, uno de sus primeros éxitos. Yo los admiro. En la Argentina, son los número uno de la música tropical”.

Cacho y Marcos sostienen que el trabajo más dificil de un grupo es elegir el repertorio. “Es lo que cautiva al público, y nosotros tenemos un estilo del cual no nos queremos separar”, explican. Y ponen de ejemplo lo que pasó hace unos meses, cuando los llamaron para participar en Granizo, la película protagonizada por Guillermo Francella. “Nos mandaron una canción, pero estaba muy salsera, con muchos vientos. Entonces les pedimos permiso para palmerizarla, para no perder esa identidad que nos costó tanto tiempo conseguir”.    

“Palmerizar” es el modo en que ellos definen el toque con el que se apropian de las canciones. “Si no cuidáramos eso, sería como perder nuestro documento de identidad”, ejemplifican.

—¿Y cuál es el método para “palmerizar” una canción?

MARCOS: Los años que tenemos en esto nos dan una experiencia. Cómo vemos el tema. Porque los temas que nos llegan, ya sea de autores nacionales, internacionales o de nuestra ciudad, los canta cada cual como lo siente. Y después, nosotros se lo deformamos a nuestro gusto.

En este vehículo giraban Los Palmeras en 1988. Gentleza: Los Palmeras.

Desde Bogotá llega, también, el reconocimiento del periodista especializado y melómano Jaime Andrés Monsalve, director musical de la Radio Nacional de Colombia y miembro fundador de Redpem, la Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica. “Conocí la obra de Los Palmeras primero, porque alguien me referenció la versión que hicieron de ‘La Bestia Pop’, de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Después de escucharlos me queda la sensación de que definitivamente hay una influencia muy grande del Cuarteto Imperial. Me asombra que todavía existan agrupaciones que tengan ese sonido del cuarteto al estilo colombiano con un acordeón como protagonista”, se entusiasma. “Los Palmeras son una suerte de resistencia acústica frente a la incorporación de elementos electrónicos y eléctricos a la cumbia, como la cumbia villera, la cumbia pop y la electrocumbia. Ese espíritu los pone en un lugar que seguramente solo ocupan Los Ángeles Azules, o que aquí en Colombia, en determinado momento, ostentaban las agrupaciones de Lucho Bermúdez, de Pacho Galán, incluso Los Graduados y Los Hispanos, y por Venezuela seguramente la Billo’s Caracas Boys o Los Melódicos. Agrupaciones que tienen diferencias en su formato pero que de todas maneras conservan una espiritualidad cumbiera muy importante”.

Uno de los dos imponentes micros de gira de Los Palmeras. Nadie resiste a sacarse una selfie si se lo encuentra por la calle. Gentileza: Los Palmeras.

Los Palmeras nunca tocaron en Colombia, pero Marcos hizo más de diez viajes y es, de algún modo, la tierra prometida. Por eso, dice, le recorre un frío por el cuerpo cuando escucha a Monsalve. “Soy amante de Colombia”, explica. “Amo a la gente, que es lo mejor que hay en Colombia. Más allá de sus paisajes, la pulcritud que usan para el diálogo y la educación son cosas que me gustan mucho. Y escuchar que un colombiano que tenga palabras elogiosas para lo que hacemos… ¡no puedo pedir más!”, agradece.

—La referencia musical tiene que haber sido importante para haber ido tantas veces a Colombia… 

MARCOS: Yo amo la música tropical. Hay un eslogan que dice que lo peor que te puede pasar en Colombia es que te quieras quedar. Estuve en Cartagena, en Santa Marta, en la costa. Ahí conocí mucho a los vallenateros, que están por todos lados: en los bares, en la playa… Es una formación de tres músicos: un acordeón, una caja vallenata y una guacharaca. Lo que más me asombraba es cómo cambiaban los instrumentos entre ellos: cómo el que tocaba la caja pasaba a tocar el acordeón. Yo soy un tipo muy hablador y me gusta preguntar y también tener información de cada lugar al que voy de antemano. Así que me tomaba el trabajo de leer un poco sobre la historia del lugar. Cada vez que voy, lo disfruto desde el momento en que bajo del avión hasta que vuelvo.

De cada viaje, Marcos adoptó la costumbre de volver con telas para hacer trajes y camisas, “porque son de muy buena calidad y tienen buenos diseños”. Los Palmeras tienen más de 70 cambios de vestuario. Muchos de ellos están en el vestidor de uno de los dos imponentes micros de gira, ploteados en blanco y dorado sobre negro, como un modo de celebrar el cincuentenario del grupo.

Por dentro, el micro es así: hay doce asientos, similares a los de cualquier otro micro. Detrás de una puerta hay una mesa que funciona como sala de reuniones y, eventualmente, como vestidor. Allí está el armario lleno de camisas y trajes, el vestuario característico del grupo. Y, al fondo, un cuarto con camas para que descansen Marcos y Cacho.

Está estacionado sobre la calle Lima, y cuatro de cada cinco personas que pasan por allá se sacan una selfie. En el trecho que va del centro hasta Radio Urbana, en la frontera entre Palermo y Colegiales, los músicos se cambian. Casi todos tienen un neceser, y antes de bajar se echan abundante perfume. Un toque de distinción.

No es sencillo estacionar tremendo micro en las calles de Palermo. El espacio es reducido y finalmente el chofer logra acomodarse en una esquina, casi en diagonal. El cumbiamóvil provoca una pequeña revolución en el colegio privado que queda frente a la radio. Los niños y las niñas los saludan a lo lejos y cantan algunas canciones. Vecinos y transeúntes se sacan selfies. La entrevista parece ser la parte menos importante de la visita a la radio, porque el plan es tocar en vivo. Todo el staff de Todo pasa está revolucionado. Es un lunes diferente. Y Leo Gabes, creador de los chori-gabes, el segmento cumbiero de los viernes, vino especialmente para anunciarlos. Así que Matías Martin y Clemente Cancela le ceden el micrófono. Y Leo –uno de los mejores relatores del fútbol argentino– con oficio de animador de bailes lanza una arenga que prende fuego la terraza de la emisora. Los Palmeras arrancan con “Macumbia”, un hit de diseño, de adhesión instantánea. “A Matías Martin y a todo el equipo, ¡gracias!”, dice José Luis Salinas, el animador estable del grupo. Y Matías MartinClemente CancelaEmilse Pizarro y Juan Ferrari se tiran unos pasos. ¿Se imaginan que Los Palmeras vengan a tocar a su trabajo? Bueno, a ellos les pasa. Y conversan un poco, pero –sobre todo– tocan. Tocan “La cola”, “Perra”, “Olvídala”, “Soy sabalero”, “Bombón asesino”, “La Chola”, “Doble vida”… Un hit pegado a otro hit pegado a otro hit, y así. Y el estudio, claro, es una fiesta.

Sin embargo, para algún vecino de la radio, el show de Los Palmeras parece ser un incordio. Promediando el apabullante show, un patrullero llega hasta la puerta del edificio para transmitir las quejas que les llegaron. La situación no pasa a mayores. En la terraza, los conductores del programa les piden selfies a Marcos y a Cacho. Y el resto de los músicos les pide selfies a los conductores del programa. Una especie de equilibrio rige el micromundo de las admiraciones dispares. Un rato después, en la calle, unas agentes de policía también quieren su selfie con Los Palmeras. 

El 9 de diciembre de 2019 marca un hito en la historia del fútbol santafesino y también de Los Palmeras. Ese día en el Estadio Defensores del Chaco, en Paraguay, se disputó la final de la Copa Sudamericana. Unos 40.000 hinchas de Colón llegaron hasta Asunción para acompañar al equipo. La potencia de las imágenes que transmiten la emoción del público hicieron de “Soy sabalero” un hit que trascendió (y trasciende) a los hinchas de Colón. Pocos recordarán incluso el resultado adverso de ese partido (Colón perdió 3 a 1 con Independiente del Valle). Lo que quedó instalado en el imaginario colectivo son las incontenibles lágrimas de emoción rodando por las mejillas de un hincha que estaba en la primera fila de la platea mientras Los Palmeras, con trajes rojinegros, hacían estallar al estadio con sus himnos.

“Es una cosa inenarrable”, dice Cacho Deicas. “No creo que se vuelva a repetir una fiesta tan importante, no solo para Colón sino para la gente del Paraguay que la ha tomado como propia. Y aunque nosotros desde el centro de la cancha tratamos de hacer lo mejor, ya estaba hecho: lo mejor era la gente. Algunos llegaron en bicicleta, incluso. Te crea una sensación que no se puede explicar. Es una de esas cosas lindas que te pasan en la carrera de la música y lo vamos a recordar toda la vida”.

“Soy sabalero” encierra una historia inesperada. En 1995, cuando Colón salió campeón del Nacional B, Los Palmeras editaron un disco completo dedicado al equipo de sus amores. En una ciudad como Santa Fe, que futbolísticamente está partida en dos, ese álbum le trajo bastantes problemas al grupo, insultos por doquier, piedrazos contra el micro y hielazos como proyectiles lanzados al escenario, entre otros actos de intolerancia de los hinchas de Unión, los tatengues. Así que cuando Oscar Arturo Pérez, conocido como “Tolín”, el autor de buena parte del repertorio del grupo (“La Chola”, “Se llama Marcela”, “Cumbia y luna”, entre otras), les acercó el tema, Los Palmeras se fascinaron, pero también se asustaron. “Si llegamos a grabar esto, nos van a meter un tiro sobre el escenario”, le dijeron. Como la melodía y el ritmo funcionaban, le pidieron que le cambiara la letra. Por eso, en su primera grabación, la canción se llama “Soy parrandero”.

“Todos creen que deformamos ‘El parrandero’ para hacer ‘El sabalero’, pero es al contrario. Pero hay algo más para para destacar”, revela Marcos. “Tolín es tatengue, enfermo de Unión. Sin embargo, hizo esa canción para nosotros, que somos fanáticos de Colón”.

Sebastián, su tour manager, me cuenta que no estaban demasiado convencidos de tocar antes de la final. Tenían una fecha al día siguiente en la Patagonia, y la logística que implicaba hacer ese show parecía un gran inconveniente. Finalmente, la balanza se inclinó para participar de la ceremonia previa. Marcos celebra esa decisión: “Fue una bendición de Dios, estaban alineados los planetas. Nos vieron en más de cien países en todo el mundo. Eso sí, nos queda un recuerdo agridulce, porque al día siguiente, para ir a tocar al Sur, nos cruzamos en el aeropuerto con los campeones”.

Esa canción no es el único vínculo futbolero. Sus temas han sido adoptados por las hinchadas desde los años 80. La de Central fue la primera en adaptar “Cumbia y luna”, y desde allí llegaron varias. Quizás la más conocida sea la versión de “La Chola” que la hinchada de River canta desde la final en Madrid: “Cómo te duele la cola, desde el 9 de diciembre”, canta Cacho con una sonrisa.

Es la misma sonrisa que se les forma cuando recuerdan el encuentro con Lionel Messi, a fines del año pasado. “Nos llamaron para cantar en el cumpleaños de su sobrino. Y él nos vino a saludar. Para nosotros es increíble que alguien de ese prestigio haya estado pendiente de nosotros”, dice Marcos. “Yo te puedo asegurar que lo vi a ese chico disfrutar de la actuación nuestra. No quiso cantar en el escenario porque era la fiesta con los amigos de su sobrino. Si hubieran sido sus amigos, lo hubiera hecho, nos dijo. ¿La verdad? Fue una bendición”.

Unos años antes, Diego Maradona había declarado que “Perra” era su canción favorita. “Es más, la tenía tatuada en el pecho. Lo conocimos en un partido de Showbol, en Santa Fe, y nos sacamos una foto. También nos invitó a pasar la Navidad, pero no pudimos por un tema de nuestras agendas. Me hubiera encantado conocerlo a fondo”.

Marcos y Cacho, socios musicales de una aventura que puso a bailar al país. Foto: Juan Francisco Sanchez.

Para celebrar sus 45 años en la ruta, Los Palmeras prepararon un concierto sinfónico, que ofrecieron en Santa Fe, en Mendoza y en el Obelisco, frente a una audiencia estimada en 160.000 personas. El encargado de hacer los arreglos y de llevar sus clásicos a una dimensión orquestal fue el maestro Rubén Carughi, un prestigioso trombonista y arreglador que tiene el cargo de primer trombón en las Orquestas Sinfónicas de Entre Ríos y de Santa Fe, además de  organizador del mítico encuentro Trombonanza e impulsor del Festival de Jazz de su ciudad.

No hay modo de explicar la sonrisa de Carughi mientras dirige a la orquesta, bailando y cantando las canciones. “Para empezar, a mí me gusta bailar, y yo dirijo como un músico que agarra una batuta y dirige. Estaba dirgiendo música que conozco y vengo escuchando toda mi vida”, explica. “Yo nací en el barrio Sargento Cabral, y desde la adolescencia, me iba al Club Villa Dora. El eslogan en ese momento era ‘madres gratis’, para que dejaran ir a las hijas. Y en esos barrios escuchábamos a Los Palmeras en vivo. O sea, forman parte de la vida de los santafesinos. Cuando me convocan del Ministerio de Innovación y Cultura, era un desafío hermoso, pero tenía que hacerlo en menos de dos meses”.

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Carughi terminó siendo el director artístico del evento y el que decidió poner a Los Palmeras elevados, en el medio de la Filarmónica Santa Fe, con un coro de doce integrantes. “La fuerza que tiene la orquesta te saca del escenario. Parece que estás en otro lado. Me sentí muy cómodo”, dice Cacho. “Al principio teníamos temor de que al público de la cumbia no le gustara esta experiencia. Por eso, le pedimos a Rubén que no se perdiera la esencia de Los Palmeras. Y eso lo cumplió a la perfección”, agrega Marcos.

A Los Palmeras les daba temor, también, el prejuicio de los músicos académicos. “Pensábamos que nos iban a mirar de costado. Pero apenas llegamos al primer ensayo, todos vinieron a sacarse fotos con nosotros. Eso fue hermoso. Las chicas de los violines se paraban a bailar en algunas canciones. Y los del coro. Hasta se armaron algunos pasitos de baile. Parecía que hubiéramos tocado juntos toda la vida”.

“Entre mi viejo y yo se dio la cuestión generacional de que él era cantante de cumbia y yo siempre fui músico de rock. En los 90, cuando empecé a formar mis primeras banditas, el rock y la cumbia eran antagónicos”, dice Cristina Deicas, “Matungo”, guitarrista

y líder de Astro Bonzo, hijo de Cacho. “Con el tiempo, eso se fue relajando. La cumbia era más de los barrios, pero cuando entra en los boliches del centro, la empieza a escuchar mucha más gente. Y a partir de ahí, aflojan de ambos lados. De hecho, para celebrar sus 40 años, Los Palmeras invitaron a Astro Bonzo a abrir el show. Fue un momento conmovedor”.

En YouTube se puede encontrar a Cacho y el Matungo versionando “La balsa”. Y aunque ha cantado con Andrés Calamaro, si Cacho hiciera un disco solista, no sería un disco de rock. Elegiría el género melódico, un romántico internacional en el estilo de José Luis Perales. Para imaginarse cómo sonaría, escuchen el inicio de “Ahora quién”, del disco Un sentimiento (2004).

El legado cumbiero de Los Palmeras tiene en Los Palmae, el grupo que lidera Marcos Camino Jr., el hijo de Marcos, un destino asegurado. El grupo –que para sus giras usa uno de los dos micros de Los Palmeras– construye su propio sendero con un estilo que honra el de sus antecesores.

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“Cuando cae la tarde, o cuando amanece, en Santa Fe se escuchan los sonidos de las ranas, los sapos, los grillos. Desde las radios o los equipos de música, en las casas o en las veredas, lo que suena son las cumbias de Los Palmeras”. Con belleza poética, la fotógrafa Mariana Milanesi, nacida y criada en Santa Fe, pero residente en Buenos Aires desde hace muchos años, describe, desde su memoria emotiva, cómo el grupo de cumbia más emblemático de la Argentina se integra al paisaje sonoro de su ciudad natal.

Marcos y Cacho se emocionan. “Esas palabras me llenan de orgullo –dice Cacho–. Nos han pasado miles de cosas, en el conjunto y en nuestra vida privada. Y siempre tuvimos la fuerza de seguir, pensando que daba para más. Haber inventado un estilo y creer en lo que hacíamos. Lo más importante es que la gente siempre nos subía el pulgar”.

Marcos no se queda atrás. “La gente nos asocia a sus momentos de encuentro, de alegrías familiares. Así las canciones se fueron transmitiendo de generación en generación. Y hoy los nietos  siguen siendo adeptos a la música de Los Palmeras. Quedaron en la memoria y no se borran más. Como los perfumes que perduran: el olor a la salsa de la abuela, todas esas cosas que nos transportan. Ese ha sido un elemento muy importante en la vida de Los Palmeras. La gente de Santa Fe sabe que la luchamos y hoy, a los 50 años de carrera, nos encontramos con este presente que nos llena de satisfacción y, a veces, nos supera. No nacimos con el éxito. Viajábamos en un rastrojero, con una lonita atrás. Y se fueron dando las cosas paulatinamente: fuimos construyendo el éxito desde los cimientos. Creciendo en todo el sentido de la palabra. Con mejores equipos, mejores grabaciones. Y cuando nos toca ir a tocar lejos, siempre aparece gente de Santa Fe. Enseguida los percibimos, por la forma de bailar. Estamos incorporados al sentimiento”, dice el acordeonista. Tiene los ojos vidriosos. Y enciende otro cigarrillo.

Por Humphrey Inzillo/Rolling Stone